Por Zabdiel Torres. Los escribas y fariseos demandaron de Jesús el cumplimiento de una señal. El Señor acababa de echar un espíritu ciego y mudo del cuerpo de un atormentado hombre, y aún así no estaban satisfechos, querían ver una señal. Jesús les respondió: "señal no les será dada sino la señal de Jonás, el profeta. Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mt. 12:38-40).
Esta señal sería la única que les sería revelada a los escribas y fariseos. Esta profecía se cumpliría al pie de la letra, como muchas otras referentes al nacimiento, obra y muerte de Jesús. Nuestro Señor estaría tres días y tres noches en el centro de la tierra, recibiendo el castigo correspondiente a nuestros pecados, ni un día más, ni un día menos.
La Escritura nos dice que Maria Magdalena visitó la tumba vacía de Jesús en la madrugada del primer día de la semana (Mt. 28.1-10; Mr. 16.1-8; Lc. 24.1-12; Jn. 20.1-10). Esto quiere decir que muy probablemente Jesucristo murió en la tarde del jueves para que se cumpliesen los tres días y tres noches correspondientes a la señal de Jonás y no el viernes como tradicionalmente se celebra.
Recordemos que para Dios los días comienzan en la tarde. Desde el Génesis, la Biblia se refiere a los días como "la tarde y mañana de un día". En cuenta regresiva, la tarde del sábado y la mañana del día domingo constituyeron el tercer día en que el cuerpo del Señor Jesús estuvo en el sepulcro; así pues, la tarde del viernes y la mañana del sábado fue apenas el segundo día; y la tarde del jueves y la mañana del viernes fue el primero de los tres días.
La tradición de que Jesús murió en viernes proviene de la lectura de Juan 19:31 que dice: "Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron á Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados" (RVR 1909). Pero "el Gran Día del Sábado (Shabbat o Reposo)" era un día de reposo especial, de gran solemnidad, de santa convocación, que se celebraba 3 veces al año (en la Pascua, en la fiesta de las semanas y en la fiesta de las cabañas) y que muchas veces no coincidía con el sábado "normal" del calendario.
Esto significa que en los días en que murió nuestro Señor, se celebraron dos días de reposo consecutivamente: El Gran Día de Reposo que cayó en la tarde del jueves y la mañana del viernes, y el día de reposo calendárico correspondiente a la tarde del viernes y la mañana del sábado. Esto explica el porqué las mujeres esperaron hasta el domingo en la mañana para llevar sus perfumes a la tumba de Jesús, pues debían guardar solemnemente los dos días previos.
Recordar el sacrificio del Señor el "Viernes Santo" no tiene nada de malo, como tampoco recordarlo en jueves, o el miércoles, o cualquier otro día. Los cristianos necesitamos tener presente el sacrificio de Jesús todo el tiempo, e ir constantemente a la mesa del Señor para tomar los elementos que representan su Cuerpo y su Sangre como una práctica cotidiana de autoexamen personal para conmemorar su muerte y ponernos a cuenta con Dios y con los hombres. La gran necesidad de realizar este autoexamen demanda recordar la muerte de Jesús de manera continua y no solamente una vez al año.
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Escribe un comentarioNo necesariamente debemos esperar cada año para celebrar- conmemorar la muerte y resurrección de Jesucristo. Guardando una semana que nada tiene de santa sabiendo sobradamente que Dios es Santo y por eso de su llamado a ser santos. 1Pedro: 1:16.