¿Cómo testificar a los inconversos?

por Universo Cristiano 05/07/2011 1 comentarios

Por Zabdiel Torres. Muchas veces tenemos temor de testificar del Señor a otras personas. Pensamos que podemos ser inoportunos o que rompemos la regla social de evitar en las conversaciones los temas de religión (y política). Pero la Escritura nos exhorta a hablar las verdades de Dios “a tiempo y fuera de tiempo” (II T. 4:2). Es lamentable que muchos inconversos ignoren el regalo de la Salvación por nuestra falta de iniciativa o que lo rechacen por nuestra forma de testificar. Sin duda el Espíritu Santo es quien se encarga de redargüir al pecador; en nosotros mismos no existe ninguna capacidad para convencer a nadie con argumentos de la necesidad de rendirse al Señor; se trata de una obra sobrenatural que va más allá del esfuerzo humano. Pero podemos ser vasos de honra, útiles en el fluir del Espíritu de Dios, si seguimos las siguientes recomendaciones:

- Evitemos ponernos a nosotros mismos como ejemplo de lo que “debe ser”. Proverbios dice “alábete el extraño y no tu boca” (Pr. 27:2). Siempre que una persona hace referencia sobre sí misma para ilustrar la forma correcta de hacer las cosas queda una sensación incómoda en quien lo escucha. Ni siquiera el Señor Jesucristo habló bien de sí mismo a pesar de el ser único digno de recibir alabanzas. Cuando el joven rico se arrodilló delante del Señor y se dirigió a Él como “maestro bueno”, inmediatamente el Señor Jesús declinó el elogio (Mr. 10:16-18). La regla de oro en la conversación cristiana es: cuando hablemos bien de alguien, nunca hablemos de nosotros mismos; y siempre que hablemos mal de alguien para ilustrar un mal ejemplo, busquemos el ejemplo en nosotros mismos. Esto evitará que el corazón de nuestro oyente se cierre prematuramente.

- Identifiquémonos con la otra persona. La mayoría de los problemas del hombre actual caen en tres categorías: problemas familiares, problemas económicos, problemas de salud. Todos tenemos algún problema de este tipo. El ser cristianos no nos exenta de los problemas, pero a diferencia del mundo, nosotros sabemos que no estamos solos y que tenemos un Padre Celestial que cuida de nosotros. Identifiquemos el problema que aqueja a nuestro oyente y busquemos en nuestra propia experiencia un problema similar en la que hemos requerido de la ayuda de Dios. El Señor Jesús al venir a esta tierra se identificó --aunque sin pecado-- con nuestra humanidad, padeció las mismas tentaciones que nosotros, tuvo hambre, tuvo sed y recibió el escarnio de la sociedad. Nadie nos entiende mejor que el Señor, por eso necesitamos ver a las demás personas como Cristo las ve. En lugar de criticar el actuar inapropiado de la otra persona, necesitamos mostrar humildad y reconocer que nosotros mismos hemos caído en situaciones similares, también nosotros en algún momento hemos sido desobedientes o necios; alguna vez en nuestra vida hemos rechazado la gracia de Dios. Luego de escuchar el problema en cuestión, una buena forma de comenzar es diciendo “yo también estuve en una situación similar cuando…”

- Mostremos los principios de Dios. Después de compartir nuestra amarga experiencia al tomar nuestro propio camino y no los caminos de Dios, es necesario “desenvainar la Espada”. La Palabra de Dios es una espada de dos filos que penetra el alma y el espíritu y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb. 4:12).  La Escritura es lo único que podrá edificar un fundamento de fe en nuestro oyente (Ro. 10:17). En alguna ocasión un hermano me dijo que al dar un consejo “no existen las fórmulas”, y quizá no existan “fórmulas”, pero sí existen las Leyes, que son los principios de Dios eternos y universales, siempre eficaces para permitir que Él enderece nuestras veredas (Sal. 119:5). Los principios de Dios son seguros y firmes, podemos descansar y caminar en ellos con la confianza que Él respaldará su Palabra. Los mandamientos del Señor son a la vida del hombre, lo que las estrellas son al capitán de un barco; son luces resplandecientes inamovibles que nos dan dirección aún en las noches más oscuras, aún cuando todos nuestros recursos e instrumental de navegación fallen.

- Testifiquemos la obra de Dios en nosotros. Una vez señalado el estándar de Dios, compartamos cómo nos arrepentimos de nuestro camino errado y nos volvimos a los mandamientos del Señor; y la forma en que Dios obró sobrenaturalmente en nuestras vidas. Expliquemos con vehemencia la manera en que el Señor tuvo misericordia de nosotros y expresemos nuestro agradecimiento por su gran amor y bondad. Hablemos de la paz que vino al dejar de rechazar la gracia divina, una paz que sobrepuja todo entendimiento. Transmitamos la esperanza que solo hay en Cristo Jesús y alentémos a nuestro oyente a rendirse al Señor. Hablemos de la Cruz, del milagro más grande que existe: que un pecador se arrepienta y alcance la vida eterna. Hablemos que Dios nos ha dado la salida a nuestros problemas a través de los méritos de Cristo; que Jesús es el maná que cayó del cielo en el desierto, la peña que fue herida para saciar la sed del hombre, el Árbol de Vida Eterna que fue cortado y arrojado para endulzar nuestras aguas amargas. Permite que el Espíritu Santo obre en el corazón de tu oyente, testificando con poder y derribando las puertas del infierno.


1 comentarios hasta ahora

Escribe un comentario
  1. Rosa
    RosaAutor 06/07/2011

    Gracias por la bendición de tener al alcance una página como esta: "Universo Cristiano". El tema de hoy de "como testificar a los inconversos", lo considero demasiado claro y entendible para ponerlo en práctica, ya que es muy cierto lo que se expresa en el. Gracias por todo lo que se puede compartir.... gracias por cada himno bello que glorifica al Señor jesús. Dios les siga bendiciendo grandemente.

Añada un comentario ¡Sus datos están protegidos! Su correo electrónico no será publicado. No compartimos la información de nuestros usuarios con terceros. Todos los campos son requeridos.