Los campos están blancos en México

Por Zabdiel Torres. El terrorismo en el país de parte de las bandas criminales ha sacudido las conciencias de muchas personas. En las redes sociales y en la calle, no hay otro tema más recurrente que la "falta de valores", la "impunidad del crimen", "la corrupción de las autoridades", "la descomposición social". Parece que la situación actual de pecado ha llegado a tal punto que comienza a confirmar, aún en el mundo impío, la sospecha de que hay algo mal en nuestra forma de vivir y en la sociedad en su conjunto. Es el momento que los cristianos seamos luz en medio de densas tinieblas. Tenemos la respuesta con la Palabra de Dios a muchas de las interrogantes y los temores de la gente: "¿Hasta dónde va a llegar esto?"; "Hasta cuándo terminará?"; "¿Qué haremos ahora?"; "A dónde iremos?"; son algunos de los cuestionamientos recurrentes.

Lo que está sucediendo en México no es fortuito, sino que tiene un propósito divino. Dios está tratando con los corazones de cada uno de los habitantes de esta nación, aún de los creyentes. Hoy más que nunca la vida y la muerte están en poder de nuestra lengua. ¿Quién se parará en medio de Dios y este pueblo para clamar e interceder por misericordia? ¿Quién se levantará en medio de la multitud para gritar como Elías: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle". ¿Quién tendrá el carácter para hacer a un lado los impulsos naturales que empujan a la rebelión y doblará sus rodillas para orar por las autoridades para vivir quieta y reposadamente? Solo la Iglesia de Jesucristo, nadie más.

Alcemos nuestros ojos y miremos los campos que ya están blancos para la siega. Hermano, hermana, usted tiene un área de influencia inmediata, no importa si tiene un ministerio o no. Tiene a su familia, su calle, su colonia, su plaza, su trabajo, su cuenta en Facebook, Twitter, etc. Usted es un embajador de Cristo en esta tierra, un representante del linaje divino con todo el respaldo celestial. No tema, donde abunda el pecado, ahí mismo sobreabunda la gracia de Dios. Nuestro país y su pueblo necesitan, qué digo, piden a gritos lo que usted y yo tenemos. ¿Lo recibió de gracia? ésta es la oportunidad para darlo de gracia, pero délo con generosidad.

El tiempo es corto, no perdamos la oportunidad de hacer tesoros celestiales. Hoy más que nunca debemos recordar que éste no es nuestro hogar y que estamos de viaje en esta tierra. Pero la vida cristiana no es un viaje de placer en un crucero, sino una misión estratégica a bordo de un buque de guerra. Nuestra lucha es espiritual, sabemos quién es nuestro Enemigo y no ignoramos sus maquinaciones. Nuestro Capitán nos ha dado instrucciones muy claras para llevar a cabo nuestra misión. Salgamos de nuestras tiendas y tomemos la Espada de la Palabra de Dios y vayamos al campo de batalla. Es la hora.