Todos somos y venimos de un entorno familiar, muchas veces no es el ideal de nuestros sueños, “la familia perfecta” que los medios de comunicación nos presentan, pero debemos aprender a disfrutar cada instante y a valorar a cada miembro, y sobrellevar los diferentes caracteres. Sobretodo a quienes Dios les ha encomendado el ser padres, les ha dado el privilegio y la responsabilidad de ser sus guías, consejeros, amigos, confidentes, compañeros de juego pero sobre todo ser un refugio y un faro para que en medio de las tormentas diarias ellos siempre sean un lugar seguro y sobre todo para poner las bases para una vida plena, quizás con caídas, con tristezas, con enojos, con errores y triunfos pero todo basado en el amor de Dios.
¡Yo maté a mi hijo!
por Enrique Villareal A.
Querido hijo, ¿por qué hiciste esto?, decía un señor confundido mientras abrazaba a un joven adolescente que se encontraba grave de un balazo en el estómago.
-¿Cómo es posible que te hayas involucrado en un delito, si te dí todo? – gritaba sollozando
-¿Acaso no lo recuerdas?- le dijo una voz que brotaba desde lo más profundo de ser. Así, dentro de él mismo, se estableció un soliloquio, donde tal parece que platicaba con su conciencia.
-¿Cómo voy a saber por qué se involucró en este asalto, si le di todo lo que necesitaba?
-Le diste todo lo económico, que es otra cosa- volvió a responder aquella voz y continuó:
Precisamente ayer, tu hijo te dijo que tení problemas y ¿qué fue lo que le respondiste?
-Vete, no tengo tiempo de escuchar boberías... – él se inclino y se fue triste sin decir una palabra más
¿Recuerdas aquel día del padre que te dijo que te amaba? En lugar de que le dieras un abrazo le contestaste: “eso déjaselo a las mujeres, no es para hombres... afeminado.”
En tres meses no fue al colegio y te enteraste de tal falta hasta que les llamaron para reportarlo. Te importaban más tus negocios que tu familia; te importaban más tus amigos que entablar una amistad con tu hijo; te importaban más los juegos y parrandas que una hora de tu tiempo dedicada tu hijo; dime: en lo sucesivo ¿quién disfrutará tus triunfos, tus logros, tus sacrificios, tus riquezas?
El señor, tratando de justificarse, volvió a defenderse diciendo:
-Alguien tenía que trabajar, llevar dinero a la casa, no podía permitir que viviéramos en la miseria.
-¿Qué es la miseria? – preguntó la voz -, ¿la pobreza económica o la pobreza espiritual en la que te has metido? Observa a tu hijo, lo tienes en tus piernas, se esta muriendo; escucha cuáles son sus palabras: mamá, mamá, mamá, perdóname... Jamás ha mencionado tu nombre, no te tiene en sus pensamientos; hace mucho tiempo no sabe nada de ti, han pasado ya 10 años desde que era un pequeño y jugabas con él futbol, en aquellos momentos decía que tú eras su mejor amigo ¿lo recuerdas? Pero fuiste muriendo poco a poco para él, convirtiéndote en un ser mezquino y avaro que sin duda alguna es la peor de las miserias.
-Tienes razón, ¡yo maté a mi hijo! – exclamó aquel hombre y arrepentido dijo: - perdóname Dios, perdóname pequeño, decía mientras el llanto salía de lo más profundo de su corazón, inundaba el rostro de su hijo.
El joven, al sentir aquellas lágrimas, reaccionó y le dijo a su padre:
-Perdóname papá, porque te defraudé, quise escoger el camino fácil y me equivoqué, ayer te fui a pedir el dinero de la colegiatura que indebidamente me gasté, traté de comentártelo y disculparme contigo; pero tu me dijiste: vete, no tengo tiempo para boberías.. Enojado por tu respuesta y temeroso de que me regañaras, se me hizo fácil robar la tienda de al lado y no molestarte más, pero ya ves: fallé en mis intenciones. Tú no tienes la culpa de nada. Papá, me muero, pero antes quiero decirte que doy gracias a Dios por haber tenido un padre como tú. Dile a mamá que me perdone y que la quiero mucho. En ese instante, cerró los ojos y murió.
El padre exclamó sollozando ¡perdóname hijo, perdóname!, ¡yo te maté, yo maté a mi hijo!
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Salmos 90:12
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.
Proverbios 1:7
El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
2 comentarios hasta ahora
Escribe un comentarioAlabado sea el Señor :)
Pocas veces vemos el camino andado, por tantas distracciones... Sólo cuando tenemos caidas fuertes es cuando volteamos a buscar ayuda. Este típo de artículos son de gran ayuda para los que no alcanzamos a ver claro y principalmente a los que quieren tomar el consejo.